Cena de Nochebuena: puto marisco, abuelos y aburrimiento

Anoche fue la esperadísima cena de Nochebuena [/ironía]. Es una noche que me encanta, porque vienen mis abuelos paternos a cenar a casa. En realidad no es siempre Nochebuena, nos turnamos y otras veces es Nochevieja (muchísimo peor cuando vienen este día, pues se van más tarde).
Sí, lo pasamos genial cenando juntos, con nuestras conversaciones de besugos. Por un lado, el abuelo es un robot que se mueve mecánicamente y hace siempre las mismas preguntas o inicia las mismas conversaciones. Uno ya no sabe ni qué contestarle... como de todas formas, está sordo, tampoco te oye. Lo mismo con la abuela, que hay que hablarle a gritos y repetir las cosas tropecientas veces, algo que no me gusta nada. No, vale, mis abuelos no me caen especialmente bien, pero es lo que hay. Tampoco me gusta comer marisco, y hubo que fastidiarse comiendo esa porquería. Ni barato ni caro ni gaitas. No me gusta. Solo langostinos, y cocidos, y con salsa rosa. Y como mi madre se equivocó de caja los compró ya cocidos y traían tanta sal que pensé que me los comía directamente del mar. También detesto la sal. La sal para el mar, a la mierda con ella, puto asco cristalizado.
Sí, en general no hay buen ambiente, porque estoy enfadada, en un mal momento. Porque estas vacaciones son una mierda, porque no doy hecho lo que tengo que hacer y no quiero hacerlo, y tampoco hago lo que quiero hacer. Y así pasan los días por delante de mis narices, ¿cómo voy a no alterarme?
Pero bien, siendo un poquito más optimista... debería aprovechar el tiempo. Tengo un par de fantásticos juegos para jugar, tropecientos buenos libros para leer... (y un tocho de apuntes y problemas para estudiar y hacer). Y cuando sea fin de año voy a simular que se acaba el mundo, como en el capítulo de Me Llamo Earl del efecto 2000. Porque hablando de esa serie, me gustaría continuar viéndola, pues me hacía sonreír y tener nuevas cosas de las que reirme. Sí, definitivamente tengo que ver algún capítulo nuevo. La recomiendo muy muchísimo. El otro día mi hermana y yo nos metimos en cama a imitar a Earl y a Randy, con un peluche de una rata a los pies de la cama.
-He vuelto a ver a la rata. Si le ponemos un nombre pasará a ser una mascota y no solo una rata.
O algo así.
Sí, y solo por esto me permito poner la etiqueta de recomendación a esta entrada XD. Porque sí, porque es obligatorio verla. Además, lamento informar de que mi hermana y yo nos olvidamos de comprar lotería de Navidad (que nos iba a tocar) para poder hacer una lista de malas acciones e irlas enmendando. En realidad queremos hacer igualmente la lista, pero nos apetecía completarla junto con nuestro primo Héctor, pues pasamos mucha infancia con él, y cometimos junto a él la mayor parte de nuestras malas acciones más notables. Yo, por ejemplo, puedo hacer esta dramatización: "Número 145 de la lista, hice que despidieran a la profesora de dibujo cuando tenía nueve años".
Y sí, sucedió, creo. Y sí, junto a mi primo y un amigo suyo. Pero fue sobre todo él... él atascó el váter con papel, yo resquebrajé el cristal... entre otras cosas.

*La autora abandona el ordenador y sale corriendo*.