Dos jóvenes tenían una importante tarea pendiente: un intercambio de materiales.
Los padres de estas habían desaparecido, puesto que tenían labores que atender en otro puntos ajenos a la casa de la familia y el pueblo al que pertenecían. Ha de indicarse que las chicas son un poco despistadas, especialmente la más alta y delgada, ya que no es capaz de atender a lo que le dicen ni proponiéndoselo... pero estoy adelantando hechos, comencemos desde el principio.
―¿Vamos a ver a Lorena? ―propuso la hermana mayor aquella tarde de sábado.
―¡Suimi, vamos! ―La más joven recogió las llaves del coche y se dispuso a conducir hasta Cobas, lugar en que sabía que vivía aquella.
Mas no era tan fácil. Una vez en el automóvil, la mayor guió a la conductora hasta donde creía que estaba la salida a la casa de su amiga, pero no recordaba ninguno de los caminos que veía.
―Sigamos hasta la nueva rotonda, allí igual sale un cartel para Cobas ―propuso la que iba al volante.
―Pero... a mi me suena que estaba antes de Ceilán... No sé. Vamos.
Continuaron por la carretera y se toparon un coche que iba a 20 km/h. Era blanco, un Ford Scort.
―¡Dios, conduce como el abuelo Vigo! ―exclamó la hermana menor―. ¡Y hasta tiene su coche! Oh, y fíjate, lleva el faro antiniebla encendido.
―No, es que sólo puede ser Vigo ―respondió con desgana la mayor.
―Tienes razón.
Aprovecharon la velocidad del de delante y la línea contínua para observar los carteles que las rodeaban, pero una necesitaba gafas, y la otra necesitaba unas nuevas gafas, así que les venía de perlas llevar a aquel supuesto abuelo suyo delante.
Al llegar a la rotonda, dieron dos vueltas, pero no encontraron nada, así que continuaron hasta Ceilán que... ¡sorpresa! Se había convertido en Seilán oficialmente, según el cartel que rezaba tal nombre a la entrada de ese pueblo. Avanzando y riendo, se toparon todavía con el coche blanco, que finalmente se paró en el arcén, estorbando. Lo adelantaron con precaución, y sin perder de vista a su conductor.
―Ojalá hubiesemos apostado dinero ―dijo la mayor, mirando el rostro despistado de su abuelo de noventa y tres años al volante de su Ford Scort.
Risueñas como estaba pensando en el extravagante anciano, nuevamente se les pasó algo por alto.
―Oye, pero esta carretera ahora... ¿no es recta hasta la Baña?
La que lleva el coche se paró a pensar un momento y respondió con apatía.
―Sí, hija, sí.
Y continuaron hasta el ayuntamiento vecino, por una carretera en obras que se estrechaba hasta límites insospechados cerca de acantilados y otros obstáculos. Pero llegaron al pueblucho, y con cuidado emprendieron el camino de vuelta pero regresando por Ordoeste, por más carreteras de pueblo, alguna mejor, otra peor, pero todas estrechas. Y sí, pasaron por delante de su antigua casa. Estaba hecha un asco, deteriorada, descolorida, y, definitivamente, con aún peor aspecto del que tuvo nunca, y eso, amigos, eso era muy difícil.
Regresaron a Negreira. Sí, pasaron tan cerca del lugar que buscaban que prácticamente lo rozaron, pero por aquel entonces lo ignoraban, y continuaron buscando por la zona anterior a la rotonda de "Seilán". Viendo que no encontraban ninguna entrada convincente, la hermana mayor se rindió y llamó a su amiga por teléfono. Esta le dio unas indicaciones para llegar desde donde estaban, pasando por el bar Milos y siguiendo recto... y con eso ella se quedó. Pero resulta que el bar Milos hace esquina, así que había dos posibilidades. La otra pista que tenían era... una casa amarilla.
Siguieron de frente, por el camino que acababan de hacer a la inversa, y se metieron por una carretera estrecha. Más adelante... ¡Oh! ¿Qué es eso? ¡Es Cobas!
―¿Cobas se escribía con b? ―preguntaron al unísino las dos hermanas, sorprendidas.
Ahora sólo restaba encontrar la "subzona" donde residía la chica a la que iban a visitar. Pero Cobas no parecía un lugar nada halagüeño, dado que tras cerciorarse de que una casa amarilla que había estaba cerrada a cal y canto, y por un camino estrecho se volvía a la misma carretera en un bucle infinito, y sin más casas amarillas, regresaron. Antes de Cobas había una casa amarilla, pero la hermana mayor afirmaba que aquella rotundamente no era. Siguieron la otra pista. Preguntaron por Cobas a un hombre, pero las mandó al sitio del que venían. Allí había también una casa amarilla, por una de las muchas callejas estrechas a la salida de Negreira. Se centraron en buscar por allí porque la hermana mayor recordaba que su amiga siempre podía ir andando al pueblo. Por este motivo, nunca se alejaron mucho de Negreira en su búsqueda.
Los padres de estas habían desaparecido, puesto que tenían labores que atender en otro puntos ajenos a la casa de la familia y el pueblo al que pertenecían. Ha de indicarse que las chicas son un poco despistadas, especialmente la más alta y delgada, ya que no es capaz de atender a lo que le dicen ni proponiéndoselo... pero estoy adelantando hechos, comencemos desde el principio.
―¿Vamos a ver a Lorena? ―propuso la hermana mayor aquella tarde de sábado.
―¡Suimi, vamos! ―La más joven recogió las llaves del coche y se dispuso a conducir hasta Cobas, lugar en que sabía que vivía aquella.
Mas no era tan fácil. Una vez en el automóvil, la mayor guió a la conductora hasta donde creía que estaba la salida a la casa de su amiga, pero no recordaba ninguno de los caminos que veía.
―Sigamos hasta la nueva rotonda, allí igual sale un cartel para Cobas ―propuso la que iba al volante.
―Pero... a mi me suena que estaba antes de Ceilán... No sé. Vamos.
Continuaron por la carretera y se toparon un coche que iba a 20 km/h. Era blanco, un Ford Scort.
―¡Dios, conduce como el abuelo Vigo! ―exclamó la hermana menor―. ¡Y hasta tiene su coche! Oh, y fíjate, lleva el faro antiniebla encendido.
―No, es que sólo puede ser Vigo ―respondió con desgana la mayor.
―Tienes razón.
Aprovecharon la velocidad del de delante y la línea contínua para observar los carteles que las rodeaban, pero una necesitaba gafas, y la otra necesitaba unas nuevas gafas, así que les venía de perlas llevar a aquel supuesto abuelo suyo delante.
Al llegar a la rotonda, dieron dos vueltas, pero no encontraron nada, así que continuaron hasta Ceilán que... ¡sorpresa! Se había convertido en Seilán oficialmente, según el cartel que rezaba tal nombre a la entrada de ese pueblo. Avanzando y riendo, se toparon todavía con el coche blanco, que finalmente se paró en el arcén, estorbando. Lo adelantaron con precaución, y sin perder de vista a su conductor.
―Ojalá hubiesemos apostado dinero ―dijo la mayor, mirando el rostro despistado de su abuelo de noventa y tres años al volante de su Ford Scort.
Risueñas como estaba pensando en el extravagante anciano, nuevamente se les pasó algo por alto.
―Oye, pero esta carretera ahora... ¿no es recta hasta la Baña?
La que lleva el coche se paró a pensar un momento y respondió con apatía.
―Sí, hija, sí.
Y continuaron hasta el ayuntamiento vecino, por una carretera en obras que se estrechaba hasta límites insospechados cerca de acantilados y otros obstáculos. Pero llegaron al pueblucho, y con cuidado emprendieron el camino de vuelta pero regresando por Ordoeste, por más carreteras de pueblo, alguna mejor, otra peor, pero todas estrechas. Y sí, pasaron por delante de su antigua casa. Estaba hecha un asco, deteriorada, descolorida, y, definitivamente, con aún peor aspecto del que tuvo nunca, y eso, amigos, eso era muy difícil.
Regresaron a Negreira. Sí, pasaron tan cerca del lugar que buscaban que prácticamente lo rozaron, pero por aquel entonces lo ignoraban, y continuaron buscando por la zona anterior a la rotonda de "Seilán". Viendo que no encontraban ninguna entrada convincente, la hermana mayor se rindió y llamó a su amiga por teléfono. Esta le dio unas indicaciones para llegar desde donde estaban, pasando por el bar Milos y siguiendo recto... y con eso ella se quedó. Pero resulta que el bar Milos hace esquina, así que había dos posibilidades. La otra pista que tenían era... una casa amarilla.
Siguieron de frente, por el camino que acababan de hacer a la inversa, y se metieron por una carretera estrecha. Más adelante... ¡Oh! ¿Qué es eso? ¡Es Cobas!
―¿Cobas se escribía con b? ―preguntaron al unísino las dos hermanas, sorprendidas.
Ahora sólo restaba encontrar la "subzona" donde residía la chica a la que iban a visitar. Pero Cobas no parecía un lugar nada halagüeño, dado que tras cerciorarse de que una casa amarilla que había estaba cerrada a cal y canto, y por un camino estrecho se volvía a la misma carretera en un bucle infinito, y sin más casas amarillas, regresaron. Antes de Cobas había una casa amarilla, pero la hermana mayor afirmaba que aquella rotundamente no era. Siguieron la otra pista. Preguntaron por Cobas a un hombre, pero las mandó al sitio del que venían. Allí había también una casa amarilla, por una de las muchas callejas estrechas a la salida de Negreira. Se centraron en buscar por allí porque la hermana mayor recordaba que su amiga siempre podía ir andando al pueblo. Por este motivo, nunca se alejaron mucho de Negreira en su búsqueda.
Pero esto era un error. Pero incluso sin saberlo también decidieron alejarse un poco más por la carretera de ese Cobas que habían encontrado. Y lo que consiguieron fue meterse en unas pistas del ancho justo del coche en que viajaban. Las aldeas tenían nombres cada vez más extraños, así que se detuvieron a preguntar a un par de "teletubis", que al preguntarles por Cobas, las mandaban de nuevo al lugar de inicio.
A duras penas salieron de esas carreteras y, tras haber llamado otra vez a Lorena, todavía nerviosas y riéndose, decidieron volver a Negreira centro y aparcar el coche para buscar a pie. La hermana mayor nuevamente había entendido mal las indicaciones, y rondaron otra casa amarilla cerrada a cal y canto.
La desesperación hizo mella en su determinación. Dejaron caer la cabeza sobre el volante y el salpicadero respectivamente, y se echaron a reír... todavía más. Hacía dos horas que habían salido de casa, hacia un lugar al que más o menos se podría ir andando... teóricamente.
Bajaron del coche y caminaron por las afueras del pueblo por donde creían que podría estar aquel lugar. Discutieron sobre si había dos Cobas, uno con b y otro con v, puesto que en el otro lado del río se encontraba el famoso Refugio de Cobas, pero no fueron hasta allí, a sabiendas de que en ese lugar solamente había un merendero.
Y no quisieron llamar de nuevo. La vergüenza les podía. En un último intento por su búsqueda en el propio pueblo, la hermana menor detectó a una de sus amigas en la calle con su perro. Ambas bajaron a saludar y charlar sobre dónde coño podría estar la zona de Cobas que les interesaba. La chica afirmó que le parecía que más allá del pueblo, hacia Ordoeste, pero que tampoco lo sabía seguro, pues era una conjetura suya.
Y, a pesar de lo que les dijo, siguieron en dirección perpendicular a lo que les indicó.
Finalmente, decidieron no bajar de nuevo del coche. Su casa se encontraba a menos de tres minutos en coche. Con la mirada perdida y los ánimos hundidos, regresaron a su hogar, encendieron un ordenador (sin batería, por supuesto, y tuvieron que correr bsucando el cargador por todas partes) y buscaron "Google maps" en el buscador.
La imagen que apareció se le antojó reveladora a la que llevaba el coche. Sí, allí estaba, en ese jodido sitio de camino hacia Ordoeste, al lado de la rotonda de la Desvariante del Purgatorio... En definitiva, Lorena finalmente les reveló que difícilmente podría ir al pueblo andando. Pero eso solo sucedería cuando al fin se topasen con ella.
Tras reprimir un intento de reventarse los sesos contra las impolutas paredes de la cocina, ambas se tomaron una infusión y continuaron su camino, esta vez directas.
Pero no por mucho tiempo. Tomaron la salida, empezaron a divisar casas... "¿Dos amarillas? ¿No había dicho que tan solo había una?".
Continuaron adelante. El camino se estrechaba. La que llevaba el volante decidió que daría vuelta allí mismo, y mientras lo hacía, recibieron una llamada de Lorena, que estaba desesperada por su tardanza. Dejaron el teléfono sonar porque ya estaban allí, y bailaron la llamada al sonido de Kuusou Rumba. Aunque en realidad, finalmente atendieron al teléfono. Ella las esperaba en la puerta de casa, así que todo se solucionó cuando, volviendo para arriba, de una de las casas amarillas asomaba Lorena.
Tres horas.
Tres horas.
Tres horas...
Para encontrar algo en nuestro propio pueblo... Tres horas. Tres horas por nuestra incultura y pasotismo... Eh... e insisto, porque mi hermana no sabe atender a quien le habla, y menos al teléfono. ¡¡JUM!!
Anotaciones:
1) Nos cayeron burlas a mazo en casa de Lorena. Normal.
2) Nos cayó bronca al volver porque estuvimos fuera MUCHO MÁS tiempo del que contábamos y nuestros padres volvieron antes... y se enfadaron. Oh, sí, claro que se enfadaron. Dramatización: "¡¡¿Onde está o meu querido cocheeeee?!!"
Aventura vivida en: Ayuntamiendo de Negreira (y A Baña)
A fecha de: Sábado 31 de Octubre de 2009
Patrocinada por: Pawi y Pueñi
D=
ResponderEliminarTengo la sensaciónde que ya había leído esto en otra cocasió, es factible o posible?
Es esto una versión detallada de lo que quizá había leído en otra ocasión?????? D=
DEJAVOUUUU
Claro hombre de deig, es que eres el único que había oído esta anécdota en versión algo extendida antes. Pobrecito, que te tocó repe.
ResponderEliminarGracias por comentar igualmente *-*. A ver cuando actualizas tú.
Pobriñas, perderse es un coñazo. Pero en el fondo ya tendreis anecdotas para contar a todo el mundo. Eso si, me descojone vivo con lo de "Y sí, pasaron por delante de su antigua casa. Estaba hecha un asco, deteriorada, descolorida, y, definitivamente, con aún peor aspecto del que tuvo nunca, y eso, amigos, eso era muy difícil." XDDDD
ResponderEliminarJuorl, gracias ^^. Es muy amable leyéndose todo es coñazo tochazo. La verdad es que no es una anécdota para contar... es una vergüenza perderse en tu propio pueblo, que está formado por dos calles perpendiculares y anexos, poco más... bueno, donde nos perdimos fue en las aldeas de alrededor, buscando. Sólo no supimos donde estábamos cuando acabamos en Triáns, donde me vi negra para meter el coche por aquellas pistas. Desfallezco al recordarlo, pero el coche salió ileso xD.
ResponderEliminarLa casa de Ordoeste... siempre fue poco agraciada. La construyó mi bisabuelo en sus tiempos mozos y claro, era vieja, de piedra... humedad por todos lados. Pero ahora le han cortado hasta los arbolitos, y menuda birria han hecho T_T.
Aish XD Qué aventura, pobrecillas mami y agüela.
ResponderEliminarNo vi que habías actualizado, lo siento T_T es que fijiña se despista y se olvida...
No pasa nada jokleenex. Si es que no hace falta que comentes ni leas, estás ocupada ^^. Gracias por hacerlo, no actualicé hace tanto. Pone martes pero la publiqué el miércoles por la noche, porque empecé a escribirla el martes.
ResponderEliminar¡Moacks!
LOL
ResponderEliminarBueno, me río porque la entrada es divertida, pero tuvo que ser horrible. Yo también me perdí recientemente... Cuando fui a buscar a Álvar del aeropuerto. Ir es fácil, pero volver ya era más complicado. No se puede volver por el mismo sitio porque sino hay que pagar en la autopista. Había que meterse por Puxeiros, pero jamás había ido por ahí yo sola... y me perdí, por supuesto. Acabamos en Pazos de Borbén, que pueblo más interminable. Y yo ni siquiera sabía hacia donde quedaba eso. La luz vino cuando vimos una señal que indicaba "Redondela". Desde Redondela fui capaz de volver a Teis... de donde había salido hacía escasas dos horas. Creo que estuvimos una hora vagando por ahí, pero me fui a casa dios, realmente. Que terrible X'D
Y luego cuando lo fui a llevar al aeropuerto... Al volver casi me pierdo de nuevo, porque llegué a una carretera que me sonaba... así que di la vuelta y volví a buscar Puxeiros. Lo encontré, y pronto me metí en la autovía de siempre. Y fui feliz.
LOL
ResponderEliminarLo mismo digo de horrible en el momento pero divertido. Con todo en nuestro caso nos reimos mucho, a veces con desesperación, pero bueno. Predominaban las carcajadas.
Perderse donde hay peajes es malo... igual pagas de más XD. Como esconden los leropuercos, japullos.